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20100119

TE GUSTA, ¿VERDAD ZORRA?

No podía moverse.

No podía respirar ni pensar.

No podía chillar.

Sólo podía llorar.

Su reloj interno se ralentizó, cada segundo parecían horas. Una bota con punta de acero le abrió las piernas de una patada. Tres o cuatro manos se restregaban con su cuerpo buscando sus bragas y su sujetador. Se los arrancaron de un solo tirón y sintió la piel arder, quemada por la tela. Su corazón latía tan deprisa que, cuando el cuchillo que tenía contra el cuello le hizo un arañazo, sintió que la sangre le manaba por la herida a presión. Como un aspersor.

Oía las voces de sus agresores, los oía reírse y jadear contra su nuca, pero no podía aislar ningún sonido coherente.

Entonces sintió la presión en su entrepierna. El dolor se adueñó de su cuerpo. Intentó apretar su coño lo más posible pero aquella maldita cosa seguía avanzando dentro de ella. Notaba la sangre corriendo por su muslo derecho como un río de vergüenza. Entonces el dolor fue demasiado intenso, no pudo más que relajar los músculos.

Su mente se apagó por completo. Veía su pelo color fuego rebotar contra su cara con cada embestida. El cuerpo le ardía de dolor, rabia e impotencia. Prefería la muerte a esto.

Entonces oyó el ruido de un viento fortísimo. Oyó gritos ahogados a su espalda y sintió que aquella puta cosa que la estaba profanando salió de su cuerpo para no volver. Todo quedó en silencio menos por los latidos de su cabeza.

Cayó contra el suelo y ahí se quedó tendida en un charco de vómito, sangre y lluvia. Llorando, odiándose y maldiciendo el mundo.


Treinta metros por encima, unas botas de cuero negras pisaban un lodazal de sangre y trozos humanos. Una camiseta blanca se volvió roja y la temperatura de la ciudad bajó.


La noche se acababa.

FIN


Ya sé que ha pasado bastante tiempo. Repasad las otras entradas

de "Sólo me apetece escribir" y decidme algo.

20091130

LA MIRADA...

El tiempo se volvió a parar. Los dos se miraron pero ninguno sonrió.
Para él fue cómo si su sangre se parara, cómo si todo se congelara en el aquí y el ahora.
Ella sintió arder partes de su cuerpo que creía olvidadas. Llamas abrazaban su piel y sintió calor, por fin, otra vez.
El deseo, el ansia, volvieron como hacía tiempo que no sucedía. ¿Por qué?, vale, la chica era una belleza, pero no era para tanto.
Él era alto y fibroso. Pálido y con un aspecto suave. El pelo negro como la noche y unos ojos oscuros le otorgaban un aura extraña pero atractiva.
¿Qué le hacía sentirse así? ¿Qué era lo que tenía esa chica que apagaba todos sus sentidos?

Y el momento pasó. La música volvió a sonar, alta y fuerte. La gente volvió a bailar, y el segundero siguió su curso.
Él dio media vuelta y miró el techo. Ella volvió la cara hacia sus amigas. Pero, los dos miraban por el rabillo del ojo intentando verse.
-Isabel, ¿estás bien niña?- chilló Mónica por encima del ruido.- ¿Te pasa algo?-
- ¿Eh?, no, no, tranquila. Es que estoy un poco cansada, eso es todo- mintió ella- Me voy a ir a casa.-
-¡Pero Isa, si esto acaba de empezar! ¡Todavía queda mucha noche!- se quejó su amiga.
-Lo siento, pero estoy cansada.-sentenció Isabel.
-Uffff, bueno, pues vámonos...-
-No, tranquila, quédate y pasadlo bien. Ya me voy sola.-
-¿Seguro, cariño?-
-Sí, sí, Mónica, tranquila-
-Mañana te llamo y hablamos, ¿vale cielo?-
-Vale. Pasadlo bien.-
Besó a sus amigas en la mejilla y se fue a recoger su abrigo del guardarropa.
Mientras salía buscó al chico con la mirada pero no lo encontró y, contra todo pronóstico, eso la entristeció.
Salió a la cálida y húmeda noche. Se puso a andar pensando en ese momento en el que el tiempo se paró.

Anduvo durante una hora sin rumbo fijo, sin fijarse hacia dónde la llevaban sus pasos.
Entonces algo le agarró del brazo y tiró de ella con fuerza. Cayó al suelo. Sintió un fuerte golpe en las rodillas y las palmas de las manos, seguido del calor húmedo y viscoso de la sangre. Roja, como su vestido.
Antes de que pudiera chillar tenía una mano tapándole la boca y otra sujetándola fuerte de la cintura.
Todo volvió. Las imágenes, los olores, el cuerpo cayendo en la calle, rodeado de sangre. Todo.
Las lágrimas brotaban de sus ojos, le faltaba el aire.

El terror. Había vuelto.

Continuará

20091123

¿CÚANDO VOLVERÉ A VER EL SOL?

Se despertó y estaba oscuro. Caía la noche en la ciudad.
Era típico en él despertarse con la puesta de sol. Ya no recordaba cúando había visto el sol por última vez. Ésta era su vida, dormirse al alba y despertarse al anochecido.
Se levantó de la dura cama y fue al servicio sin encender ninguna luz. Se lavó la cara y las axilas, sin jabón. Tras embutirse los vaqueros raídos de todos los días y una camiseta blanca de manga corta, se puso las botas de cuero negras y salió a la calle. Encendió un pitillo.
Hacía una noche agradable, la brisa era suave y el clima templado, se notaba la primavera. Echó a andar mientras fumaba, pensando en lo que había cambiado su vida en los últimos años.
Ya nada era lo mismo. Los colores habían cambiado, los olores también. El frío le había ganado terreno al calor, así como la noche al día.
Ya había llegado. Media hora después de salir de casa y cuatro cigarros más tarde, había llegado a lo que él consideraba su hogar.
- Buenas noches Javi,- le saludó el portero - ¿qué tal el día?
- Inexistente chaval. ¿Qué tal el tuyo?- le respondió.
- Bastante bien jefe, bastante bien.-
- Así me gusta, dime si necesitas cualquier cosa, ¿vale?.-
No habían pasado ni seis meses desde que había abierto la sala OK, pero ya se había convertido en la sala más importante de la ciudad. Todos los jóvenes venían aquí, los treintañeros también. Todos bailaban, todos bebían y muchos follaban.
El dinero entraba y salía del local. Se vendían drogas y se cometían delitos, pero él se ocupaba de eso. La poli se llevaba lo suyo, por supuesto. Ya no se podía llevar un local sin que la bofia se entrometiera, pero mientras tuviera una bolsa llena de dinero caliente, no había nada de que preocuparse. Y él siempre tenía una bolsa llena de dinero bien calentito.
Las barras estaban abiertas, los bailarines movían el culo y la pista estaba empezando a llenarse. Como siempre.
Cruzó su local y entró en su despacho. Encendió la luz y abrió la nevera. Sacó una botella, la abrió y le dio un trago largo.
Pasó un par de horas repasando las cuentas del local, todo cuadraba y dejaba una buena pasta. Despreocupado, salió del despacho. Le gustaba pasearse por el local, sentir a la gente divertirse, ligar o pillarse un ciego terrible.
Todo iba bien, y entonces la vio. Metro ochenta, pelo rojo como el fuego. Un cuerpo de los que sólo se ven en los sueños, firme, con curvas y pechos en los que te podrías perder. Era perfecta.
Su vestido rojo le quedaba como un guante. Toda ella era puro sexo y vida, pero, algo fallaba. Sus enormes ojos verdes dejaban ver un miedo y una tristeza poco habituales en alguien de su edad. Sonreía a sus amigas, aunque para él era evidente que, hacía mucho que no se reía sin preocupaciones. Todo aquello le otorgaba una edad que no era la suya. Una profundidad y una tristeza sólo perceptible a ojos de un experto émpata.
Allí estaba, bailando sin ganas, bebiendo sin querer beber y viviendo por inercia. Ella era problemas, lo sabía. Alguien así sólo traía problemas, cagadas y cambios de ciudad.
Entonces ella lo miró, y el tiempo se volvió a parar...

Continuará

20091119

¡RING, RING...!

- Te pasaré a reoger a las 10, ¿vale cielo?- dijo la voz al otro lado de la linea.
- No sé Mónica. No es que me apetezca mucho salir. He tenido un día bastante ajetreado en el estudio.- respondió ella.
- No seas boba Isabel. Ya han pasado seis meses, tienes que empezar a rehacer tu vida nena.-
- Ufff... vale, vale. Pero unas cañitas rápidas y para casa, que, de verdad que estoy echa polvo.-
- ¡Genial!, nos vemos dentro de nada cariño. Un beso.- y colgó el telefóno.
Eran las ocho y media de la tarde. Eso le dejaba poco más de una hora para cenar y prepararse, porque, sabía que Mónica pasaría a buscarla algo antes de lo acordado. Siempre lo hacía.
Mientras se quitaba la ropa de estar por casa y entraba en la ducha empezó a pensar en lo que su amiga había dicho. Cierto era que ya había pasado bastante tiempo desde aquel horrible día, pero, no se podía calcular en tiempo el proceso de curación que llevaba por dentro. Había hecho grandes avances, pero, salir de noche todavía la aterraba.

Acababa de terminar de maquillarse y estaba eligiendo la ropa interior cuando sonó el timbre de la puerta. Fue a abrirla.
- ¡Hola preciosa!- Exclamó Mónica dándole un abrazo que le cortó la respiración.- ¿Todavía no estas lista? Anda, date prisita que vamos a llegar tarde.-
-¿Tarde para qué?- Preguntó Isabel.
- He quedado con Lucía y Sandra- respondió su amiga.- Vamos a ir a la sala OK. Estamos en lista-
- ¿A la sala OK?, ¿te has vuelto loca?. Ya te dije que no me apetecía salir de marcha. Sólo echar unos tragos en cuelquier bar, tranquilitas.- se quejó Isabel.
- Pues no puedes decir que no. Cuándo les he dicho a éstas que saldrías, se han puesto cómo locas y te esperan como agua de mayo.- sentenció Mónica.
Isabel no pudo evitar sonreír. No se podía discutir con ella. Ése metro y medio de mujer joven y regordeta desprendía energía por cada poro.
- A la sala OK entonces...- se rindió Isabel. - Tendré que ponerme un tanga y el vestido rojo...-
- ¡Eso es!. Y rapidito, que hay prisa.-

Continuará


No sé que es esto. Tal vez el principio de un relato, tal vez nada.
Iremos viendo. Decidme si os ha gustado.